SAN GREGORIO, UN HOMBRE SANTO
Entró
de muy joven en la Orden de San Benito, en el Monasterio de San Cosme y San
Damián de Roma, brillando desde entonces por su ciencia y virtud.
Al
morir el abad del monasterio, la comunidad le eligió como su sucesor.
La fama
de santidad y ciencia de San Gregorio se iba extendiendo incluso fuera de la
ciudad de Roma, hecho que le valió al Papa Benedicto IX, para consagrarlo
Obispo de la ciudad italiana de Ostia, así como Cardenal de la Iglesia. Además
de las diversas ocupaciones pastorales, también desempeñó el cargo de
Bibliotecario Apostólico.
La
llegada de San Gregorio a España, se produjo como respuesta a la angustiada
petición de ayuda de los fieles de Navarra y La Rioja, al Papa, ya que sufrían
una devastadora plaga de langosta, y vieron como única salida la intercesión
divina para sus males. El Papa, delegó importante misión en el joven Obispo de
Ostia, llegando a la ciudad de Nájera (Navarra) en el año mil treinta y nueve
(Santa Misa en honor a San Gregorio, viernes 9 de mayo 2014)
Ante el desolador campo destrozado por la langosta,
instituyó como único medio posible de vencerla, la oración, rogativas públicas
y confianza en el Señor, remedio eficaz que hizo liberar a los campos de la
destrucción total.
Los
cinco años de dura vida apostólica y de fatigas recorriendo campos y ciudades,
hicieron mermar sus fuerzas, retirándose a descansar a Logroño, lugar en donde
fallecería el nueve de mayo de mil cuarenta y cuatro.
Sabiendo
lo que ocurriría tras su muerte para darle sepultura, ordenó que colocasen su
cadáver sobre una caballería, y allí, en donde su cuerpo cayese por tercera
vez, aquel sería el lugar en donde se le debía sepultar. Cumplidos sus deseos,
el hecho ocurrió en el monte Piñalba, junto a la Ermita de San Salvador, en la
localidad de Sorlada, en Navarra.
La
devoción a este Santo protector del campo, se extendió por toda la geografía
española, levantándose en el lugar de su sepultura, un magnífico templo, siendo
el actual una impresionante basílica
barroca, a donde acuden y solicitan de toda España, el agua pasada por sus
reliquias para bendecir los campos y sus frutos, y librarlos así de las dañinas plagas.
Los
restos de San Gregorio, se conservan en un arca de plata, mandada construir por
el obispo Mateo de Burgos, en el año mil seiscientos uno.
HIMNO A SAN
GREGORIO
“Peregrino en la vida y en la muerte,
sobre el campo que amaste y te amó,
nada pudo en los siglos vencerte,
porque Cristo y su amor lo venció.
Resuenen en nosotros tus voces milenarias,
de fe y de penitencia, de Cristo y de su amor;
en lo alto, San Gregorio, tu templo y tus plegarias,
por las almas sin flores y los campos en flor.
Los campos y las almas te sientan buen hermano,
en esta tierra tuya de cálida adopción;
es mayo y San Gregorio tiempo de bendición;
cabeza de agua y plata, con nubes de ilusión”.
LA SANTA CABEZA
Pero la
reliquia más popular y con más devoción es la que contiene su propio cráneo,
revestido por la efigie de su cabeza. El actual, es el realizado en plata por
el orfebre José Ventura, en el año mil setecientos veintiocho, de la localidad
Navarra de Estella.
Conserva sus
huesos, y tiene un orificio superior, por donde se vierte el agua, que
sale por el otro inferior, acto que se
conoce como “pasar el agua de San Gregorio”, estando lista para bendecir los
campos y sus frutos, agua por cierto muy solicitada por esas tierras, y desde
otros puntos de España.
Pero no sólo se solicitaba el agua, sino que incluso las
reliquias de la Santa Cabeza llegaron a recorrer muchas de las ciudades y
pueblos de España, para de este modo proteger los sembrados y esperar una
abundante cosecha de frutos.
De las numerosas salidas que la Santa Cabeza realizó, la más
importante fue la dispuesta por el rey Fernando VI, mediante Real Cédula, desde
el mil setecientos cincuenta y seis al mil setecientos cincuenta y siete,
recorriendo Aragón, Valencia, Murcia, Extremadura, La Mancha y Andalucía.
VISITA DE LA
SANTA CABEZA A
CÓRDOBA
Que la
reliquia de San Gregorio, contenida en su Santa Cabeza llegara a Villanueva del Duque, no tenemos
constancia, pero teniendo en cuenta la existencia en nuestra Localidad de su
Ermita, construida en mil quinientos sesenta y cuatro, y la llegada a Córdoba
de la Reliquia, es de suponer que al menos una delegación se trasladase hasta
la capital para obtener el agua pasada por ella, de modo que se bendijesen los
campos de nuestro municipio.
Así, el
domingo veintitrés de enero de mil setecientos cincuenta y siete, salieron
representantes de la Diputación Provincial a recibir a los tres eclesiásticos y
un secular, que traían la Santa Cabeza del obispo Gregorio, para bendecir y
radicar los males del campo cordobés, al repique de campanas.
La
comitiva se dirigió hasta la Catedral, entrando por la puerta de los Deanes,
recibiéndola con gran solemnidad hasta llegar a la Capilla del Cardenal. Una
vez allí, la colocaron en el altar de Santa Teresa, para la veneración de los
fieles. Al día siguiente, el Cabildo Catedral, la trasladó al Altar Mayor,
quienes tras cantar Vísperas, procedieron a salir al Patio de los Naranjos, en
donde el pilón, lleno de agua limpia, quedó bendecida, volviendo de nuevo la
Santa Cabeza al Altar Mayor. Se formó una gran procesión de cabildo, clero,
cofradías y fieles, que saliendo por la Puerta de Santa Catalina, llegaron
hasta el Campo de la Verdad, bendiciendo cosechas y sembrados.
Al
regresar de nuevo a la Catedral, y ya en secreto, se trasladó la Santa Cabeza
al Convento de San Francisco, lugar en donde se hospedaron los portadores de
ella, para que al día siguiente, de temprano, retomase su itinerario hacia
Sevilla.
El
importe del traslado y mantenimiento del séquito, corría a cargo de la Hacienda
Pública, aunque en muestra de agradecimiento, el Cabildo entregó cincuenta
doblones, y el Ayuntamiento cordobés otros treinta más.
ERMITA DE SAN GREGORIO OSTIENSE DE VILLANUEVA DEL DUQUE
Al sur
de la población, al terminar el casco urbano, un paseo que poco a poco va
subiendo por un escarpado cerro, nos lleva hasta la Ermita de San Gregorio
Ostiense, dedicada al santo protector de los campos y las cosechas.
San
Gregorio, en blanca Ermita, tantas veces desafiada por el tiempo, protege a
Villanueva del Duque, desde que a mediados del Siglo XVI se construyera, en
respuesta y agradecimiento de los vecinos, a quién confiaban el fruto de sus
campos y el esfuerzo de sus jornadas de labor.
El edifico
que hoy podemos contemplar, es la reconstrucción llevada a cabo por el
Ayuntamiento, en el año mil novecientos noventa y tres, según su trazado
original.
La
Ermita, se alza sobre la colina que con su mismo nombre, la eleva sobre toda
Villanueva del Duque, haciéndola visible
desde todos sus rincones, y al mismo tiempo, ser mirador natural del Valle de los
Pedroches y de sus pueblos.
Dedicada a San Gregorio, Obispo de la ciudad italiana
de Ostia, se comenzó a construir en mil quinientos sesenta y cuatro, en tiempos
del obispo diocesano Cristóbal de Sandoval, cuando nuestra Localidad, aún se
llamaba Villanueva del Marqués, como devoción popular de los vecinos habida
cuenta de que la principal actividad económica del pueblo, era la agricultura y
la ganadería.
De reducidas dimensiones, consta de una sola nave, con
techumbre de madera de pino, sostenida por
tres amplios arcos ojivales, de ladrillo visto, que arrancan desde
pilares de algo más de metro y medio de altura, que se contrarrestan en el exterior
con contrafuertes, sobresaliendo su ábside semicircular, con falsa bóveda
escalonada, en donde se ubica el altar ligeramente elevado por un escalón.
Un
pórtico adosado a la fachada, conforma toda su fisonomía, rematada por la ágil
espadaña de piedra de granito, en donde junto con la campana y la veleta del
gallo que canta al viento, perfilan el paisaje rural de la Villa.
En su reconstrucción sólo se pudo recuperar de la Ermita
original, las dos piletas de mármol blanco para el agua bendita, los capiteles
y las basas de las columnas del pórtico, y la posibilidad de hacer una copia de
la veleta, al encontrarse esta muy deteriorada por el paso del tiempo. Los
arcos y solería, se hicieron según plantilla conseguida antes del derrumbe
total de uno de sus arcos.
El retablo, del Siglo XVIII, es una donación
de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, para albergar dignamente la Imagen
del Santo Titular.
La actual imagen de San Gregorio, es de mediados del Siglo
XX, de las llamadas de serie, la anterior, destrozada durante la Guerra Civil,
era talla policromada, obra del artista cordobés López de Riaño, de mil
quinientos ochenta y siete. Para costear su importe, se puso a la venta algunos de los pequeños terrenos que la Ermita tenía a su
alrededor y que no le servían de nada, así como la carne y pellejo de un toro
tras su lidia, que para este fin había sido donado.
Conocemos que en el año mil quinientos setenta
y seis, se colocó una reja de madera en el presbiterio, gracias a la aportación
de los fieles, y a los beneficios obtenidos de la venta de otro toro, una vaca,
cebada y otras limosnas entregadas para tal fin.
También,
es de destacar las láminas del Vía Crucis, de principios del Siglo XX.
Todo el
ornamento de la Ermita, así como su ajuar litúrgico ha sido gracias a la
importante colaboración de los vecinos, donativos y rifas, y de muchas personas
que de manera desinteresada siguen colaborando con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario