Se ha celebrado en nuestra parroquia de San Mateo Apóstol, el Corpus Christi 2014
Oración de Alfonso Mª de Ligorio
Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche
y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y
recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el
sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por
todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo
en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre
y haberme llamado a visitarte en esta iglesia.
La
solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, Corpus Christi, es para Villanueva del Duque, una de sus
expresiones de fe y devoción más significativas, en las que la manifestación
popular, se une a la religiosa, en un acto cargado de simbolismo y participación.
Su origen oficial, lo tenemos en la Diócesis de Lieja, en
Bélgica, en el año 1.247, pasando años después a ser fiesta para toda la
Iglesia, en 1.264, cuando el papa Urbano VI, la establece con litúrgia propia,
y su privilegio procesional.
La procesión del Santísimo Sacramento por las calles de las
localidades, respondía principalmente a dos necesidades de los fieles, una la
de poder contemplar a Cristo realmente presente bajo la presencia de pan,
habitualmente oculto en su reserva eucarística, y otra la de poder adorarlo
como signo principal de nuestra fe, de ahí el hacerlo en la custodia de modo
que pudiera ser admirado durante su recorrido.
Para
poder adorar a Cristo en esta manifestación fuera de la Misa, antes, ha tenido
que nacer dentro de ella. Todo fruto nace del sacrificio redentor de la
Eucaristía, como cena de alimento del cristiano. Es aquí cuando el miembro de
cualquiera de las diversas asociaciones eucarísticas que existen tiene su
sentido, el de adorar, acompañar y testimoniar a Cristo, como eje central y
vital de su existir
Habitualmente,
cualquier recorrido procesional se realiza antes de la celebración de la Santa
Misa, dándole al mismo tiempo sentido penitencial y testimonial, pero en el
caso de la del Corpus Christi, no se desarrolla hasta que no se ha Consagrado
el Pan y el Vino, sacrificio de Cristo en el Altar, para salir a las calles
como gozo y presencia viva de Cristo Resucitado y vencedor de la muerte
El Día del Señor, como también es conocida esta fiesta,
correspondía al dicho popular de los Tres Jueves que relucían más que el sol, a
saber, el Jueves Santo, Corpus Christi y el de la Ascensión. Desde hace bastantes años, estas
fiestas móviles de la Iglesia, se han unido al día por excelencia del
cristiano, el DOMINGO, en recuerdo de aquél Primer Día de la semana en el que
Cristo venció a la muerte y al pecado, dándole así un sentido más unitario y
simbólico.
Ahora bien, en el Jueves Santo, celebramos tres
acontecimientos principales de nuestra vida espiritual: la Institución del
Sacerdocio, la Institución de la Sagrada Eucaristía, y el Día del amor
fraterno, derivados todos ellos de Cristo, único Pastor. Dado el marco
celebrativo del Jueves Santo, como
preámbulo del sagrado Triduo Pascual, en un día previo a la conmemoración
de la Pasión y Muerte del Señor, el carácter principal festivo de la
Resurrección, era evidente que no se podía desarrollar en su plenitud en este
día concreto, por lo que surgió la necesidad de hacerlo fuera de ese entorno, y
darle así todo el esplendor que se merecía.
Así, se establece su ubicación en el calendario litúrgico: a
los cincuenta días del Domingo de Resurrección, es el Domingo de Pentecostés,
la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, y su nacimiento como tal. El domingo anterior, celebramos la Ascensión
del Señor al cielo, momento en el que “termina” su acción entre los hombres, para que a partir de ese
momento, seamos nosotros los que actuemos en su nombre. El domingo siguiente a
Pentecostés, es día de la Santísima Trinidad, como fuente, creación y soplo de
toda nuestra vida, unida a la de un único Dios y Señor. Y es en el segundo
domingo después de Pentecostés, cuando celebramos el Corpus Christi, presencia
real y viva de Cristo en su Iglesia.
En el desfile procesional participan y testimonian todas las
hermandades y cofradías del pueblo, habida cuenta de que aunque sus orígenes
fundacionales de deban a una advocación del Señor, de la Virgen, o de los santos, todo parte de Cristo
Eucaristía, de la que nace la Iglesia. Las calles de adornan con colgaduras
blancas en los balcones, banderitas de un lado a otro de la calle, y por toda
la acera, macetas adornan un recorrido que llena todo el suelo de la típica
juncia de los arroyos de los alrededores. Delante del Santísimo, los niños que
han recibido su Primera Comunión unos días antes, abren el desfile entre pétalos de rosas.
Cuando el Santísimo Sacramento recorre las calles en la
custodia, se detiene en cada una de las mesas que a lo largo del recorrido se
instalan, se inciensa como Dios y Rey, y se da la bendición a todos cuantos
participan en ese acto.
Tras la solemne procesión, antes de proceder a su Reserva en
el sagrario, se recibe la última
bendición sacramental desde el propio Altar de la Capilla Mayor del templo
Parroquial de san Mateo Apóstol y Evangelista
José Caballero Navas
Oración de Santa Teresa de Lisieux
Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados
amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el
mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío,
imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los
eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios
besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha
los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la
Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo
amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
“En la Eucaristía se comunica el amor de Dios por nosotros”:
Corpus Christi del Papa Francisco
“En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por
nosotros: un amor tan grande que nos nutre con Sí mismo; un amor gratuito,
siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las
propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el
Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino
sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo”.
“Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿Y yo? ¿Dónde
quiero comer? ¿En qué mesa quiero alimentarme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño
con comer alimentos gustosos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿La
del Señor que me salva o la del ajo y las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué
memoria sacio yo mi alma?”
“Jesús defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano
que nos hace esclavos; purifica nuestra memoria para que no quede prisionera en
la selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a
lo largo de la historia de tu pueblo, memoria de tu gesto de amor redentor”
¡¡¡Bendito y alabado sea Jesucristo en el Santísimo
Sacramento del Altar!!!