LA VIDA
PARROQUIAL
Siendo
la parroquia la comunidad cristiana básica, de referencia, que presidida por el
ministerio ordenado, engloba carismas y servicios diversos, ejerce la
santificación, la caridad y la evangelización, conviene que miremos la
parroquia con mirada agradecida y afectuosa y, a la vez, consideremos
globalmente la realidad tan rica y multiforme de la vida parroquial.
Al
mismo tiempo, insertos cada cual en su parroquia según su vocación, y teniendo
por referencia el altar que nos congrega, hemos de sentir la urgencia de
ofrecer una mayor vitalidad a las parroquias, la vitalidad de un rostro, de un
impulso y de una obediencia al Espíritu Santo.
Son
grandes los retos que se han de concretar en nuestras parroquias, cada una de
ellas con sus posibilidades y sus miembros, sus límites: estos grandes retos
son el crecimiento en la identidad católica de sus miembros y una
evangelización nueva, eficaz, en el propio ambiente, en el ámbito parroquial.
Son retos nuevos que merecen respuestas nuevas, valientes y decididas.
Por
una parte, la identidad católica de los propios miembros. Reconozcamos que como
católicos también estamos recibiendo el influjo de esta cultura actual,
nihilista, relativista, y que la secularización de la cultura ha influido en la
secularización de la misma Iglesia. A veces el contorno católico se difumina
con opciones secularizadas, donde la identidad católica apenas se ve o,
simplemente, se relega al ámbito privado. En este terreno habría que optar por
una formación doctrinal consistente en las parroquias, con el mayor nivel
posible y fidelidad a la Iglesia en homilías sólidas (no hecha de lugares
comunes y tópicos), predicación, catequesis de adultos, formación sistemática
en grupos de estudio, etc., y junto a la formación que capacita para la identidad
católica, la vida espiritual cimentada en el encuentro con el Señor: la
liturgia cuidada y reposada, la adoración eucarística, retiros parroquiales, la
posibilidad de orar tranquilamente ante el Sagrario, etc.
Por
otra parte, acciones evangelizadoras hacia quienes o vienen poco o se han
alejado, o acciones evangelizadoras hacia muchos, muchísimos, que viven con
cierto tono de conformismo y apagamiento la fe, y necesitan que se les reavive
su adhesión personal a Cristo. El rostro y la vitalidad de una parroquia pueden
ser un signo y una llamada, una provocación y un interrogante para quien nos
mire desde fuera. La liturgia cuidada para quien tal vez se acerque
ocasionalmente, puede ser una experiencia de Belleza auténtica que hiera el
corazón. El tono humano de la vida parroquial puede expresar esta humanidad
verdadera que sólo con Cristo se realiza plenamente y que provoca a un corazón
que esté buscando algo humano y válido.
"Las
parroquias tienen un papel de primer orden en la evangelización. Sin duda
tendrá que cambiar algunas cosas en su organización y funcionamiento, pero
seguirán siendo insustituibles. Son las cabezas de puente de la evangelización.
Ellas son la presencia de la Iglesia sobre el terreno, entre la gente, en el
tejido de la vida real de las familias y las personas. Ellas son también el
centro común en el que todos se encuentran y todos pueden participar, la casa
de todos los cristianos, la institución más amplia y abierta en la que las
demás instituciones y los diferentes grupos se pueden encontrar y fundirse en
la comunidad cristiana general, edificada sobre los elementos comunes de los
que todos se alimentan, anuncio de la Palabra, sacramentos, vida común y
servicio a los pobres.
En la parroquia se vive en primer
lugar lo común cristiano, por encima de diferencias y apellidos. Para vivir y
trabajar en ella no es preciso apuntarse a nada más. No es preciso estar
inscrito en ninguna asociación para ser cristiano en plenitud. Basta con ser
miembro de la comunidad cristiana y vivir intensamente la vida cristiana común.
El ideal sería que los cristianos comunes encontrasen en las instituciones
comunes (parroquias, delegaciones diocesanas, etc.) las mismas ayudas y
posibilidades que otros encuentran en sus asociaciones respectivas...
En la comunidad tiene que haber
sitio para todos. Si hay que atender a la vez a la transmisión de la fe en las
instituciones eclesiales, al anuncio del Evangelio a los alejados, y a la
evangelización de la cultura haciéndonos presentes y actuantes en las instituciones
civiles y seculares, la evangelización tiene que ser obra de muchos cristianos
a la vez, movidos por el mismo espíritu, haciendo cada cual lo que le
corresponde, en un proyecto común. En la evangelización todos somos necesarios,
los sacerdotes y los religiosos, los cristianos comunes no asociados y los
encuadrados en asociaciones especiales, con buena formación y objetivos
específicos. La presencia de los cristianos en la vida pública, en las
instituciones educativas, escuelas y universidades, en los medios de
comunicación, en la vida económica y política, actuando secularmente con
mentalidad y actitudes cristianas, es parte esencial de la evangelización...
En un planteamiento evangelizador
de la Iglesia local, las parroquias tienen que ser la cabeza de puente de lo
que se haga, el punto de partida y de llegada de toda acción evangelizadora,
sea quien sea la persona o el grupo concreto que se encargue de cada actuación
determinada" (SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp.
226-228).
La
parroquia es la casa común, la primera comunidad de referencia. En ella
habremos de encontrar lo necesario (en vida cristiana, en formación y en
espiritualidad) para desarrollar nuestros carismas y talentos y salir
reforzados a la vida pública y al apostolado. Será el ámbito de referencia en
el que cada uno se siente respaldado y enviado a la vez.
Algunos
miembros serán llamados y estarán capacitados para tareas en el interior de la
comunidad cristiana: catequesis de distintos niveles, liturgia, cantos,
Cáritas, enfermos, administración, etc., acompañados del ministerio ordenado
que garantiza la Comunión y es la Cabeza visible. Pero no todos tienen que
insertarse en alguna actividad directamente eclesial, sino que sostenidos por
la parroquia desarrollarán su vocación cristiana en apostolados en el mundo, en
la presencia pública católica. Sólo que no lo vivirá aisladamente, ni de manera
individual, sino enviado por la propia parroquia, en nombre de la propia
comunidad, y así, eclesialmente, se situará en la política, en la educación, en
las diferentes asociaciones civiles, etc.
Es
una belleza la vida parroquial si la revitalizamos poco a poco, día a día, cada
vez más.