DIOS EXISTE, DIOS TE AMA
Cuántas veces tú y yo hemos
sentido nuestra Fe simplemente como una pesada carga moral, moralina barata que
pensamos que coarta nuestra libertad. Cuantas veces acudimos a la Iglesia como
una mera rutina, o peor, como un convencionalismo social, sin valorar el
inmenso don de vivir en una nación que aún conserva tan profundas raíces
católicas y por ello la Iglesia mantiene una presencia tan cercana que ya
desearían muchos católicos de otras partes del mundo.
Si olvidamos que el centro de
nuestra Fe reposa en la Caridad nuestra vida cristiana es muy fácil que quede
reducida a esa caricatura. Acabaremos entendiendo la Ley de Dios como un yugo y
justificando (¡cuántas herejías han empezado en una justificación del pecado!)
nuestras debilidades en los argumentos más inauditos, aunque mantengamos una
cierta respetabilidad hacia la Iglesia y a la conveniencia de sus enseñanzas,
las cuales se nos quedan demasiado grandes y las dejamos para venerables
ancianitos o gente muy piadosa. También podemos descender a ese camino
participando en la vida de la Iglesia pero simplemente centrándonos en aspectos
secundarios, instrumentales y no esenciales perdiendo la perspectiva del amor
de Cristo para caer en rutinas que acabarán marchitando nuestra Fe. Nos dice la
Sagrada Escritura que la Fe viva “actúa
por la Caridad” (Ga 5,6). La Caridad no es solamente la limosna sino que es la
virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a nosotros mismos por amor a Dios. Un eminente psicólogo actual señala que
la felicidad es el efecto del amor, que es la causa. ¡Qué mayor amor puede
haber que saber corresponder el amor de Dios al género humano! “Porque tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Juan 3,
16-18). Ten presente ese amor de Dios en tu vida cotidiana y en las cosas más
ordinarias descubrirás una dimensión salvífica y vivificadora. Si ignoramos ese
principio nos condenaremos a una vida pequeña, minúscula, rutinaria. ¡Viva Dios Santo Amor! es un clásico lema de
la Cristiandad; hagamos que esa convicción persuada nuestras vidas y ensanche
nuestras almas y volveremos a edificar, por el amor de Dios, cosas enormes.
El Señor es mi pastor,
nada me faltará
Salmos 23
Victor Javier Ibañez
(Licenciado en derecho, funcionario de carrera, católico de convicción. Amante de la montaña y el mar abierto. Rociero y cofrade. Amigo de nuestra parroquia)
Primera reflexión de Victor: TODOS PODEMOS SER SANTOS
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