En la festividad de Todos los
Santos: todos podemos ser Santos
Acabamos de celebrar una de las
fiestas más importantes del año litúrgico, la de Todos los Santos, que recuerda
a la Iglesia triunfante que goza de la contemplación eterna de Dios.
Los Santos que forman la Iglesia
triunfante fueron personas de carne y hueso como tú y como yo. A ellos acudimos
tantas veces para que intercedan ante Dios por este o aquel problema o
intención. Sus figuras nos han acompañado muchas veces y han impregnado el
ambiente de nuestro pueblo y de nuestros hogares. Sus fiestas patronales son
ocasión extraordinaria de divertimento, donde nos engalanamos e intentamos
disfrutar al máximo. Por ello no debemos caer en una visión distorsionada de lo
que es la santidad. La excepcionalidad de los Santos no derivó de la posesión
de unos dones más especiales de las que tú y yo podamos tener. No fueron fruto
de una elección predeterminada de Dios. En la mayoría de las ocasiones no se
manifestaron en signos extraordinarios o milagrosos.
Las personas que alcanzan la
Santidad son varias y muy diversas: mujeres y hombres de todo origen y
condición, con caracteres, personalidades, conductas y circunstancias distintas
y diferentes. Sólo tienen un rasgo en común: se conformaron en Dios. Entiéndase
conformarse no como resignación, sino como ajustar, adecuar, armonizar con la
voluntad de Dios. Los Santos pusieron sus circunstancias, sus vidas ordinarias,
su peregrinar en medio del mundo al servicio de Dios y alcanzaron la felicidad
en este mundo y el premio de la eterna contemplación de Dios. Esa conformación
en Dios les dotó de muchísimas gracias que les ayudaron a sobrellevar las
pequeñas cruces y problemas de la vida cotidiana. Los Santos sufrieron como tú
y como yo, tuvieron momentos de flaqueza y pecaron tantas veces, o más, que tú
y que yo. Pero el Amor de Dios puede más que todas nuestras debilidades, por
eso nos otorga el bálsamo de los sacramentos, todos los Santos se valieron de
ellos, como podemos hacer tú y yo,
No busques la santidad en hazañas
extraordinarias. Confía en Él que tanto nos ha amado y lo que tenga que venir
vendrá. En medio de tu vida puedes ser Santo, estás llamado a ser Santo.
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.
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