(Hornacina de San Jacinto, Patrón de Villanueva del Duque)
Durante las obras de restauración y acondicionamiento de la
Iglesia Parroquial de San Mateo Apóstol y Evangelista de Villanueva del Duque,
iniciadas el dieciséis de mayo de dos mil once, siendo párroco José Francisco
Gil Blanco, volvieron a la luz unas pinturas que causaron más expectación que
calidad tenían, y que debido a ello, bien merecen una pequeña miscelánea que
nos recuerde su ya breve “historia”.
(Zócalo del presbiterio)
Para la instalación del sistema eléctrico en la Parroquia,
se trazaron unas rozas por las zonas que menos daño artístico pudieran causar a
la fábrica, así como la eliminación de aquellos elementos disonantes que a lo
largo de los años se fueron incorporando al conjunto del templo y que en nada
le favorecían.
Se inició la tarea con el destablado de los laterales del
presbiterio del zócalo de madera colocado a finales de los años sesenta, y es a
partir de aquí cuando empezaron los misterios pictóricos de la Iglesia.
(Frontal de la Capilla de la Inmaculada)
Pues bien, estas pinturas que formaron lo que en su momento
fue el zócalo presbiteral, fueron ejecutadas a mediados de los años cincuenta
del siglo pasado, por dos artistas de la vecina localidad de Pozoblanco,
Bienvenido Cárdador, y encargadas por el
entonces párroco, Francisco Vigara Fernández, quien les encargó otras
ejecuciones más.
(Detalle del frontal de la Inmaculada)
Para su trazado, siguieron una sencilla secuencia alternante
de rombos amarillos, sobre fondo rojo, con sombreado en negro en sus laterales
derechos para darle volumen, y pilastras amarillas con las estrías también en
negro a lo largo de todo su fuste, en sentido vertical. El “capitel” de las
mismas se consiguió con líneas que forman figuras ovaladas (a imitación de las
hojas utilizadas en las órdenes clásicas) y coronadas con trazados geométricos.
Para la basa, líneas triangulares. El remate de esta secuencia o zócalo
pictórico, consistió en una greca decorada con líneas y ángulos rectos
entrelazados entre sí, consiguiendo una faja continua.
Pero este zócalo pintado fue ocultado a la vista de los
fieles, cuando en las obras de acondicionamiento de los años ochenta, se
colocaron sobre ellas, las tablas laminadas que han sido eliminadas durante
estas obras.
(Bóveda de la nave central)
Como decía al principio, la roza ejecutada para empotrar el
tendido eléctrico, dejó al descubierto en el lado de la Epístola un pequeño
hueco, que al comprobarlo, se descubrió que correspondía a una hornacina
semicircular de mediado tamaño, policromada en tonos ocres, rematada en cúpula
de un cuarto de esfera, en tonos más claros, y que utilizando también las
líneas negras, insinuaba los nervios. Evidentemente, en el otro testero, es
decir en el del lado del Evangelio, se
hicieron unas catas, y dejaron al descubierto otra hornacina, en este
caso sin policromar, en un blanco absoluto, aunque tras las obras pertinentes
para equilibrarla visualmente con la otra hallada, se advirtió que también
tenía igual policromía, tras su blanqueado.
(Rosa pintada en la bóveda)
Con toda seguridad, el cerramiento de estas dos hornacinas
partió de la idea del párroco José Elías Sánchez Jurado, durante las obras de
restauración y acondicionamiento tras la Guerra Civil, y que hasta que no se
han vuelto a destapiar muchos de nosotros desconocíamos de su existencia.
Puestos al habla con personas mayores de nuestro pueblo que
las vieron in situ, recuerdan que en la hornacina de la Epístola, se ubicaba la
imagen de la Virgen del Rosario (advocación perdida en Villanueva del Duque), y
en la del Evangelio, la anterior imagen de la Virgen de los Dolores.
(Descubrimiento de la Hornacina lado de la Epístola)
Mientras las obras propias de la Parroquia seguían su curso,
especialistas del Obispado en la materia evaluaron el estado y ejecución de
este singular zócalo pictórico, de escaso valor artístico, por lo que
recomendaron no conservarlo ni restaurarlo.
Pero como lo que es esperado es en ocasiones lo que no
aparece, al cumplirse casi un mes del desarrollo normal de las obras, y al
despejar la hornacina del lado del Evangelio, se advirtió que se realizó otra
sobre la ya existente policromada, desplazándola ligeramente hacia su derecha,
de ahí que en las primeras semanas solo apareciese esta hornacina blanca, más
alta y estrecha, lo que hacía pensar el porqué la ausencia de color en ella,
cuando litúrgicamente, su lugar prevalecía sobre la del otro lado.
(Trabajos de adecuación de las Hornacinas)
Al destablar el frontal de la Capilla de la Inmaculada,
volvieron a la luz las pinturas antes comentadas, que a pleno color, imitaban
la construcción de un retablo, apreciando además los bocetos para la
configuración de las columnas y elementos arquitectónicos a pintar, seguramente
de otro diseño finalmente no ejecutado.
Otros lugares de la Parroquia, como en el lado derecho de la
Capilla de Pasión o en el último cuerpo de la nave, en el lado del Evangelio,
se han apreciado restos de policromías, que bien podrían ser el trazado de un
zócalo, ya que se localizan a la misma altura unas de otras.
(Técnico instalando las nuevas Hornacinas)
Pero las sorpresas parecen ser las protagonistas de las
obras, pues cuando ya parecía que estaba todo visto, al raspar la pintura del
centro de la bóveda de medio cañón de la nave del templo, aparecieron en el
centro unos grandes rosetones policromados, en cada uno de sus cinco cuerpos,
notablemente deteriorados por haber sido raspados, presentando una roseta
central con borde rojo, no apreciándose lo pintado en su interior, y perfilando
su perímetro con un borde entre rojo oscuro y granate-negro de líneas
ondulantes geométricas.
También, en el muro correspondiente a la apertura de la
Capilla de la Inmaculada, aparecieron pinturas con elementos geométricos y
circulares en todo ese lienzo, lo que hace suponer que sería el trazado
ornamental de esos paramentos, pertenecientes a una época posterior a la
ejecución de la fábrica, a imitación de otros templos así trazados. El arco de
acceso a esta capilla, simulaba dovelas con pintura.
(Detalle de las nuevas Hornacinas)
Otro detalle de especial interés ha sido el comprobar que en
el lienzo del muro de los pies de la iglesia, del lado del Evangelio, el
correspondiente al que llega justo al coro alto, se observan las trazas de
diseños a lápiz de lo que podría haber sido el boceto para la ejecución un
retablo pictórico que no llegó a ejecutarse dado que no presenta relleno alguno
de colores. Este lienzo del muro, tiene restos de policromía, posiblemente al óleo, con claros indicios de
mayor antigüedad, y que podrían corresponder a la ornamentación general del
templo, dado que han aparecido en otros paramentos igual signos de
pinturas.
(Símbolo de San José: sierra y azucena, en alusión a su trabajo y pureza)
Finalmente, para continuar con el embellecimiento del
interior del templo parroquial, se acordó instalar unas hornacinas en los huecos
aparecidos, siguiendo la línea del retablo mayor, de modo que formasen un
conjunto armónico, y donde se ubicarían las imágenes de San José, en el lado
del Evangelio, como Patrón de la Iglesia Universal, y San Jacinto, en el de la
Epístola, como Patrón de nuestra localidad, Villanueva del Duque.
(Símbolo de San Jacinto: custodia y anagrama mariano)
Concluida
la Solemne Vigilia Pascual, el diecinueve de abril de dos mil catorce, el
párroco Ignacio Mora Vilaltella, bendijo ante toda la comunidad parroquial allí
reunida, las hornacinas, siendo desde ese momento, el altar particular de estos
dos Santos, tan significativos y de enorme devoción popular entre los
Villaduqueños.
José Caballero Navas
(Hornacina de San José, Patrón de la Iglesia Universal)