SANTIAGO
EL MAYOR
El nombre de Santiago es la
traducción de «Iákobos», variación bajo la influencia griega del nombre del
famoso patriarca Jacob. El apóstol de este nombre es hermano de Juan, y en las
listas de apóstoles ocupa el segundo lugar después de Pedro, como sucede en
Marcos (3, 17), o el tercer lugar después de Pedro y Andrés, como en los
Evangelios de Mateo (10, 2) y de Lucas (6, 14), mientras en los Hechos de los
Apóstoles aparece después de Pedro y de Juan (1, 13). Este Santiago pertenece,
junto a Pedro y Juan, al grupo de los tres discípulos privilegiados que han
sido admitidos por Jesús a momentos importantes de su vida.
Pudo participar, junto
a Pedro y Juan, en el momento de la agonía de Jesús, en el Huerto de Getsemaní,
y en el momento de la Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de
situaciones muy diferentes entre sí: en un caso, Santiago, con los otros dos
apóstoles, experimenta la gloria del Señor, le ve hablando con Moisés y Elías,
ve traslucir el esplendor divino en Jesús; en el otro, se encuentra ante el
sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se
humilla, haciéndose obediente hasta la muerte. Ciertamente la segunda
experiencia constituyó para él una oportunidad para madurar en la fe, para
corregir la interpretación unilateral, triunfalista de la primera: tuvo que
atisbar cómo el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en
realidad no sólo estaba rodeado de honor y gloria, sino también de sufrimientos
y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la Cruz, en la
participación en nuestros sufrimientos.
Esta maduración de la fe fue llevada
a cumplimiento por el Espíritu Santo en Pentecostés, de manera que Santiago,
cuando llegó el momento del supremo testimonio, no se echó para atrás. Al
inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el
Grande, como nos informa Lucas: «echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos.
Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan» (Hechos 12, 1-2). La
concisión de la noticia, carente de todo detalle narrativo, revela, por una
parte, cómo era normal para los cristianos testimoniar al Señor con la propia
vida y, por otra, que Santiago tenía una posición de relevancia en la Iglesia
de Jerusalén, en parte a causa del papel desempeñado durante la existencia
terrena de Jesús.
Una tradición sucesiva, que se
remonta al menos hasta Isidoro de Sevilla, cuenta que estuvo en España para
evangelizar esa importante región del imperio romano. Según otra tradición, su
cuerpo habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, aquel lugar se convirtió en objeto de gran veneración y
todavía hoy es meta de numerosas peregrinaciones, no sólo desde Europa, sino
desde todo el mundo. De este modo se explica la representación iconográfica de
Santiago con el bastón del peregrino, y el rollo del Evangelio, características
del apóstol itinerante, entregado al anuncio de la «buena noticia»,
características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por tanto, de Santiago podemos
aprender mucho: la prontitud para acoger la llamada del Señor, incluso cuando
nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas; el entusiasmo
para seguirle por los caminos que Él nos indica más allá de nuestra presunción
ilusoria; la disponibilidad para dar testimonio de Él con valentía y, si es
necesario, con el sacrificio supremo de la vida. De este modo, Santiago el
Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de generosa adhesión a Cristo. Él,
que inicialmente había pedido, a través de su madre, sentarse con el hermano
junto al Maestro en su Reino, fue precisamente el primero en beber del cáliz de
la pasión, en compartir con los apóstoles el martirio.
Y, al final, resumiendo todo,
podemos decir que su camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el
monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, es un símbolo de la
peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los
consuelos de Dios, como dice el Concilio Vaticano II. Siguiendo a Jesús, como
Santiago, sabemos, incluso en las dificultades, que vamos por el buen camino.
Resumen: Santiago el Mayor, hermano
de Juan, es uno de los tres discípulos que participan de cerca en momentos
importantes de la vida de Jesús. La experiencia del sufrimiento de Cristo en el
huerto de los Olivos, en contraste con la gloria manifestada en el Tabor, le
ayudaría a madurar su fe, corrigiendo la posible imagen errónea de Jesús como
un Mesías temporal. Después de Pentecostés, una tradición nos habla de su
evangelización en España, así como del traslado de su cuerpo a la ciudad de
Santiago de Compostela, que desde entonces es meta de numerosos peregrinos de
todo el mundo.
Del Apóstol Santiago podemos
aprender la prontitud en responder a la llamada del Señor; el entusiasmo en
seguirlo por los caminos que Él nos indica; la disponibilidad para dar
testimonio de Él con valentía. Así, Santiago se presenta como ejemplo elocuente
de generosa adhesión a Cristo, siendo el primero de los apóstoles en sufrir el
martirio.